Libertad y disciplina
Eliud Kipchoge marcó 2:05:30 en su debut en el maratón. Era el año 2013. Nueve años más tarde lograba el récord mundial de la especialidad, dejando un crono para la historia 2:01:09. 108 meses (3.285 días) de trabajo incansable para mejorar 4 minutos y 21 segundos. Un par de días antes de lograr la hazaña, Kipchoge dijo algo que paso desapercibido para los periodistas: The disciplined in life are free (Los disciplinados en la vida son libres).
Comúnmente, la libertad y la disciplina se han entendido como ideas directamente contrapuestas. La capacidad de hacer aquello que queremos cuando queramos hacerlo. Sin embargo, lejos de comprometer nuestras ansias de libertad, la disciplina es lo que posibilita las manifestaciones de libertad verdaderamente importantes. Aquellas que merecen la pena.
Como explica el filósofo galés Mark Rowlands, la disciplina es lo que nos permite crear una vida, una historia. Sopesar opciones y hacernos responsables de las consecuencias de las decisiones que tomamos. Seguir el camino de la “sensación de poder hacer” tan solo conlleva una infructuosa búsqueda del placer, huyendo a la más mínima falta del mismo.
La disciplina nos permite formarnos y forjarnos, alejándonos de las recompensas inmediatas. Nada más intenso que aquello con un mayor coste personal. Ninguna señal honesta más poderosa que el trabajo duro. Ningún placer mayor que el que cuesta décadas lograr. La libertad no es opuesta a la disciplina, sino que la segunda es quizás, la puerta hacia la primera.
En el deporte, la rara combinación de talento, perseverancia y disciplina forja leyendas. Pero si debiera escoger entre talento y disciplina elegiría siempre la última. El talento es específico, la disciplina transversal.
“La disciplina es la creación de la situación” Shunryu Suzuki
-Por Héctor Sanmiguel-
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