Señal honesta
“Lo pequeño es hermoso y eficiente al mismo tiempo, ya que a menudo el tamaño incrementa la fragilidad” — Nassim Taleb
Existe un cuento, de Peter Bichsel, que se llama "Una mesa es una mesa" que trata sobre un hombre que, cansado de su rutina diaria, de recorrer los mismos caminos todos los días, de vivir en el mismo apartamento día tras día, decide que algo debe cambiar. Se pregunta por qué razón siempre llama a la mesa, mesa; a la silla, silla; al cuadro, cuadro; a la puerta, puerta. Y decide cambiar la forma en que denomina cada uno de los objetos. A la cama le llama cuadro, a la silla le llama despertador, a la mesa le llama alfombra. Y todo se volvió innominado: él ya no era un hombre, era un pie. Hasta que comenzó a olvidar la forma convencional de las palabras, recordando sólo el significado que él les había dado. Ahora tenía un idioma nuevo, que sólo le pertenecía a él y a medida que transcurría el tiempo, cada vez sentía más miedo de hablar con otras personas, ya que no recordaba las antiguas formas de las palabras. A su cuadro, las demás personas lo llaman cama, a su despertador lo llaman silla, a su alfombra la llaman mesa. Y así, cada vez que alguien le hablaba, reía, porque no entendía lo que decían. No sólo él no entendía a las demás personas, sino que éstas tampoco lo entendían a él, por lo que, finalmente, guardó silencio.
Probablemente, gran parte de los problemas a los que nos enfrentamos no son más que formas diferentes de acercarnos a las cosas. Mientras la realidad continúa su camino alejándose de nosotros y nuestro lenguaje. Así que: ¿A que llamamos progreso? ¿A que llamamos desarrollo? ¿Cómo queremos que sean nuestras montañas?
El problemas de las mismas visiones de siempre: Seguimos utilizando herramientas del pasado para problemas del futuro. Y seguimos viendo las montañas como un jardín de cristal. ¿Cómo destilar la realidad entre dos voces que murmuran a ambos lados de un mismo barco que se dirige a ningún sitio? ¿ Y si estas dos voces no fueran más que el eco una de la otra?
Decía Heidegger que al nacer estamos arrojados a un mundo, que nos preexiste. Paradójicamente, nuestro nacimiento o no, no cambia el mundo, pero genera un impacto al cual estamos inmediatamente referidos.
¿Hemos agotado todas la realidades posibles entre una visión y otra? ¿O no las hemos siquiera intentado? La virtud, el punto intermedio determinado por la razón .
Creo que en éste “conflicto” existe un enorme problema de honestidad:
Imagina que eres uno de los 300 Espartanos en la batalla de las Termópilas del 482 AEC y tienes dos jefes, Leónidas X y Leónidas Y:
Leónidas X desde su silla cómoda y cerca de una chimenea os dice a gritos que vayáis a luchar con los Persas mientras él se infla a vino.
Leónidas Y se pone la armadura, coge la espada y sale disparado hacia los Persas
¿A cuál seguirías?
Seguirías a Leónidas Y, porque Leónidas Y ha transmitido lo que en biología se llama una señal honesta (honest signal). Leónidas Y está tan convencido de lo que dice, que está dispuesto a asumir el riesgo en primera persona, en primera fila. Una señal infalsificable. Sin marketing, sin activismo y sin periódicos.
Nuestra capacidad para el lenguaje nos convierte en especialmente habilidosos para manipular a los demás a base de emitir señales deshonestas (virtue signaling). Y por desgracia vivimos en una sociedad en la que las señales honestas están más lejos que nunca.
Quizás la primera pregunta ante cualquier posición siempre debiera ser: ¿Hay un importante coste (nunca beneficio) para tí? ¿Es ese coste real, directo y personal? Si ambas respuestas son un Sí, quizás estamos ante un Leónidas Y. Si no, estaremos ante un Leónidas X.
La maldición de la modernidad es que estamos cada vez más poblados por una clase de personas que son mejores para explicar que para comprender, o mejores para explicar que para hacer
Nassim Taleb
Inspiración
Como siempre, referencias para tirar del hilo.
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-Por Héctor Sanmiguel-
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