Una caja de cartón
“Truth is more important than the facts” Frank Lloyd Wright
Un mundo de posverdad
Solemos vivir obcecados en la idea de ir más allá de lo que vemos, buscando ese algo más profundo, esa esencia que debiéramos tratar de descubrir. Esta mirada busca indagar en la realidad como lo hace dentro de sí misma y a veces cae en la tentación de crear su propio plano de realidad único, profundo, donde sólo ella tenga acceso.
Probablemente no exista ese plano profundo, oculto, con lo que no habría nada que explicar.
Lo rutinario genera una genuina curiosidad, casi oscura. Somos miopes ante las cosas que nos pasan por delante, lo que siempre nos rodea nos ciega. Obviamos lo simple y eso hace que lo transformemos en complejo, profundo. Es esa nube de humo de hábito la que hay que eliminar, de ahí la mirada escéptica, que se basa en la sorpresa ante la simple existencia del mundo. Una mirada que invita al asombro, pues es la herramienta para combatir los fantasmas de los dos extremos, el de la rutina y el del ruido.
Las ficciones humanas
Muchos de los que hayan leído a Harari estarán familiarizados con el concepto de “Ficciones compartidas”, esas historias y construcciones humanas (como las noticias, las religiones, los deportes, el dinero o las marcas) que han ayudado a que el ser humano coopere de una forma que de otra forma hubiese sido imposible, convirtiéndonos en lo que somos ¿Quiere decir esto que el ser humano es una especie “posverdad” (post-truth)? ¿Qué la única forma de supervivencia es la creación de ficciones constantes que permitan a la especie mantenerse cohesionada y cooperando? No lo creo.
Las ficciones compartidas son útiles mientras respondan a una necesidad real subyacente. Mientras tengan una utilidad mayor que el coste de participar en el juego.
Vivimos en una sociedad de posverdad, como siempre lo hemos hecho, pero las ficciones de hoy distan mucho de ser convenciones comunes basadas en realidades sólidas que ayuden al progreso de la especie a gran escala. El problema surge cuando no una historia es falsa, sino cuando esa historia se convierte en el pilar de todo lo demás.
“No es lo que no sabes lo que te mete en problemas, sino lo que sabes con certeza y resulta que no es así” Mark Twain
La figura del pato-conejo. Una figura ambigua de 1892.
El modo de ver el objeto “directamente”, ya sea como un pato o como un conejo, es únicamente una interpretación. La verdad de la imagen es que no es nada en sí misma, sólo un trazo. Esa es la visión pura, escéptica, no existe el “ver-directamente”, sólo existe lo que Wittgenstein llamaba el “ver-como”.
¿Es acaso el “ver-como” una manera de pensar? ¿Ver-como conlleva ver y pensar al mismo tiempo? ¿Ver-como conejo lo que antes habías visto como un pato era consecuencia de una nueva percepción? Pero ¿Acaso cambia la percepción? ¿No se percibe lo mismo en los dos casos? Lo que cambia es simplemente lo que hacemos con lo que vemos, que a su vez ya incluye cómo lo vemos.
Ver algo de un modo y no de otro es una cuestión de organización. La forma de ver un objeto es a su vez organizarlo, ya que para entenderlo, organizamos todo lo que vemos. La diferencia es que normalmente no somos conscientes de que lo hacemos.
El “ver-cómo” nos libra de la llamada “ceguera de los aspectos”, de aquellos que únicamente verán en la imagen o un pato o un conejo, y de aquellos que ni siquiera verán ni un pato ni un conejo. Piensa en cualquier historia o realidad como una forma ambigua, y aplica el “ver-como”, no el “ver-directamente”. La ceguera de los aspectos es la discapacidad de ver las cosas desde una perspectiva única y a su vez vacía. Por su parte el “ver-como” es un regalo que parecemos perder con el paso del tiempo, un niño puede “ver-como” casa o como coche una misma caja de cartón con extrema facilidad. La verdad existe, la caja de cartón es una caja de cartón. La diferencia es esa pérdida de la mirada imaginativa sin perder de vista la caja de cartón.
Inspiración
Como siempre, referencias para tirar del hilo.
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-Por Héctor Sanmiguel-
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